4/3/12

El gato (parte I)

Había una vez un gatito. Siempre quise escribir “había una vez”. Y ahora realizado mi deseo les contaré, soló si usted esta dispuesto a saber. Este gatito era un gatito común y corriente como los demás. A los ojos de los demás. Por que para mi, en realidad era el gato mas maravilloso del mundo. No sabría explicarles por qué, en realidad quizá ni yo misma me lo podría explicar. Vera usted, ese gatito se la pasaba todo el día vagando sin rumbo por las calles, justamente yo me lo encontré, o más bien, el me encontró una noche cuando regresaba a casa después de un largo y tedioso día de trabajo, el salió de las sombras ambarinas que daba la luz de la calle y que daban la sensación de estar en una fotografía en sepia antigua, no sentí cuando se acerco con elegantes pasos silenciosos, sus bigotes relucientes, su perfecto pelaje y sus enormes ojos brillando… y cayendo justamente sobre mi cabeza; arañándome todo el rostro, los brazos y parte de la espalda, yo del susto tumbe el buzón y pise mis margaritas, caí al suelo y mi único saco de trabajo quedo agujerado, y ni que decir del terrible grito que pegue que seguramente despertó a más de un vecino. Como pueden apreciar, no fue un buen inicio.

Pasaron tres días. Exactamente el número de días que ayune para poder comprarme un saco nuevo. Y nos volvimos a ver. O mejor dicho: lo volví a ver. Esta vez, el estaba dormido al sol en una de las enormes ventanas de cierta casa colonial que queda rumbo a mi trabajo. El lindo felino reposaba plácidamente a los primeros rayos del sol de la mañana, ahora que lo podía ver detenidamente me pareció un animal hermoso. Su bello pelaje relucía a la luz como hebras de oro, mire finas orejas parecían estar siempre alertas en perfecto ángulo y aprecie su largo cuerpo echado sobre el ventanal de donde colgaba plácidamente su larga cola. Fue en ese preciso momento, al verlo tan frágil y majestuoso, cuando descubrí mi oportunidad. No me importo el hecho de que ya iba tarde al trabajo, ni de que ya contaba con cierta edad donde ese tipo de cosas no son bien vistas. Sobre todo por las señoras que iban al mandado y me miraban con asombro y vergüenza. Fue así que lenta y silenciosa, casi conteniendo la respiración me acerque a él, tanto que pude escuchar su placido ronroneo, aseguré con cuidado mi maletín en el hombro… y le jale fuerte de la cola para después salir corriendo de ahí. La venganza es más efectiva si es infantil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias...