13/8/11

Escribe Princesa mía, escribe

…Y la Princesa escribió, y se perdió en los colores infinitos del laberinto, tropezando cada vez un miedo un suspiro un error, sus palabras en papiro eran melodías como la última exhalación del ángel que cae. Al escribir, las sirenas nadaron a su lado y en el mar hundió su rostro y así bajo al abismo inmenso de corales rosas, cada palabra que escribía era la paz y la brisa de los tiempos muertos renacidos en la fuerza de la pluma, de las tintas y del fuego. La princesa escribió y escribo, relato los cuentos de doncellas tristes que se convertían en mármol esperando el amor del ruiseñor, escribió la historia de todos los héroes que morían por el rojo honor, el aroma de todas las flores , el color del invierno, el camino de hojas al atardecer, el pay de los pájaros, redacto el llanto del roble al volar el gorrión, las luces de las luciérnagas que son luceros en el oscuro bosque, escribió la muerte ambarina en la habitación del té, las hojas, las nubes presurosas, el caballo libre y el encuentro fiel. Escribió la brisa, el ocaso, la aurora boreal, el olor de las hojas, las ramas, los arroyos, las cabañas, el infinito del cielo y lo profundo del mar. La soledad. Las lagrimas. Todas las gotas de lluvia. Todos los nombres del mundo. El hipocampo y los algodones. Lo escribió todo, ni la miel de la abeja ni el murmullo del arroz que crece quedo sin plasmar. No falto roca, cabello, mirada o alfombra, palacios o senderos que escribir. Todo fue escrito excepto una cosa. Fue por eso que sucedió… Y una a una se fueron borrando las letras que había escrito, lentamente. Primero cada uno de los colores de la mariposa, después un ala de la mariposa, después la otra y al final su vuelo y lo que representaba. Cada una de las plumas de la grulla se fueron desvaneciendo, cada canto, cada sueño, cada fragancia fue borrándose silenciosamente. Letra a letra, color a color, no quedo morado, rojo o azul, no quedo nada de los océanos ni del brillo de la luna, ni un rastro del espejo de plata ni de telas de seda al viento, mucho menos del aroma de la leche tibia y dulce, o de la promesa fiel del caballero que besando la punta del vestido púrpura de su reina llora. Nada. Y así el papel se quedo en blanco como si fuera el inicio de algo que no sucederá, tan seductor y triste en silencio permaneció. Ya no quedaba ni el siseo de las letras, por que se fueron borrando, y después la pluma que sostenía la delicada mano de la Princesa. Y al final como un suspiro, ella también desapareció.

1 comentario:

  1. He dado un grato paseo por tu casa y me voy con un más que buen sabor de boca.

    Un abrazo

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