Aquella noche, el cielo era brillantina pura y la luna serena sonreía de plata.
Humilde y tranquila como laguna en vela, bañada por la luz de la noche, baje la vista y le cante al oído:
"Amor, mi vida entera es tuya, toda tuya y nadie mas puede trazar en ella su mandato a voluntad. Querido amor, te doy mi vida, pero a cambio dame tú la muerte, ofrécemela y déjame hacer con ella lo que me plazca."
Y así, la muerte es lo único que me pertenece, lo único que me queda en recuerdo de esta vida, el único regalo que se me a brindado. Solo yo la llamo, solo yo la beso y solo yo la abrazo, como algo delicado y sacro. Como lo único que me queda.
El amor me a escuchado y así, a su inmensidad le pertenece mi vida, y a mi; la poesía eterna de la muerte.
29/4/12
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