16/5/10

La señora D.

La señora D. no tenia nada, incluso las ropas que llevaba puestas pertenecían al señor R. Ahora muerto. Lo único que podría decirse que era de ella era su carne ya marchita por el tiempo y su alma latente corrompida.
Pero incluso eso no la ataba con el mundo. Su presencia mundana no formaba parte de algo, era un trozo de inexistencia, algo invisible, intangible, innecesario. Su cuerpo no tocaba nada, sus ojos no miraban nada, se podía pasar a través de ella, sin tocarla, sin mirarla. No había acción ni reacción, causa y efecto alguno en su existir anónimo e irrelevante. La señora D. no formaba parte de nada, ninguna familia, ni sociedad, ni país, la habían visto, ni le habian pertenecido. No era parte de nadie, ni de ella misma. La señora D. Era feliz.

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